DE AÑO NUEVO
Cuando está a punto de presentarse un nuevo año en nuestras
vidas tenemos por costumbre realizar una serie de celebraciones tradicionales
para darle la bienvenida. Cenamos con la familia o con los amigos, asistimos a
fiestas, cantamos por las calles y, sobre todo, nos tomamos las doce uvas de la
suerte y nos deseamos un próspero Año Nuevo.
Los deseos de prosperidad a veces resultan frases hechas que
decimos por costumbre sin poner demasiado énfasis en nuestras palabras.
Simplemente las decimos porque eso es lo que se dice ese día. Sin embargo hay
una manera mejor y más eficaz para que esa frase alcance una auténtica
dimensión y nuestros deseos, nuestros auténticos deseos, sean empujados hacia
su realización. Es el Ritual del Año Nuevo.
Ya nuestros antepasados utilizaban el fuego en casi todas
sus celebraciones y sus rituales en el momento de realizar una petición o como
ayuda para conseguir que sus deseos fuesen satisfechos y sus objetivos
cumplidos. Hacían magia. Dirigían su fuerza interior con el fin de influir en
los seres y en las cosas. Y se ayudaban del fuego. Exactamente lo mismo que
podemos hacer nosotros. .
Si nos decidimos a realizar este ritual para conseguir
nuestros fines y que se cumplan nuestros buenos anhelos para el Año Nuevo
tenemos que tener en cuenta algo que es muy importante: el proceso de
concentración. Es la mejor manera de dirigir nuestro pensamiento hacia el fin
que se quiere conseguir. Para ello debemos poner todo nuestro esfuerzo, pensar
en un objetivo claro y dar por hecho que el resultado va a ser el que deseamos.
.
El objetivo principal en el Ritual de Año Nuevo es que el
año entrante sea mejor que el saliente. Es por tanto un ritual propiciatorio,
de afirmación, con el que queremos potenciar y avanzar hacia algo mejor en
todos los sentidos. Para conseguirlo utilizamos una serie de elementos que en
este caso van a ser cuatro velas de unas determinadas formas y colores y el
altar (soporte donde vamos a colocarlas).
Este ritual de Año Nuevo se puede realizar también el día de
Navidad con la condición de que tengamos las velas encendidas durante siete
horas como mínimo. Pero el momento más indicado es llevarlo a cabo
aproximadamente dos horas antes de que se acabe el año (encendido de las velas)
y terminarlo diez minutos después de traspasar la barrera del año nuevo
(momento en el que se apagan las velas).
Esa noche, nuestra noche mágica, colocaremos el altar en un
lugar adecuado y firme. Lentamente, sin prisas, vamos distribuyendo cada vela
en su lugar correcto. La vela blanca exagonal en el centro de la parte superior
del altar, la vela plateada en el lado izquierdo, la vela dorada a la derecha y
la roja en la parte de abajo.
Nos reunimos alrededor del altar con nuestra familia o con
nuestros amigos, si es nuestro deseo, o permanecemos en soledad si no nos
apetece compañía o no la tenemos. Procedemos al encendido de las velas en el
sentido de las agujas del reloj, primero la plateada, luego la exagonal, en
tercer lugar la dorada y por último la roja (siempre se procede de esta manera
en los rituales de afirmación).
Ahora es el momento para la concentración. Dirige tu
pensamiento hacia el objetivo que quieres conseguir procurando no distraerte en
otras reflexiones, expresa verbalmente tus aspiraciones para el año nuevo o
pronuncia un texto que tú mismo has podido escribir para esta ocasión y en
donde expresas lo que quieres que ocurra (también puede ser un texto elegido de
algún libro con el cual te identifiques completamente y sirva a tus propósitos.
Luego imagínate que ya lo has conseguido, que ya es una
realidad, visualiza sin temor que tus deseos se han cumplido. Se respira una
atmósfera de paz. Algo mágico está ocurriendo, tu fuerza mental, ayudada por el
fuego, camina hacia un desenlace favorable, lo estás viendo, lo estás
sintiendo, lo estás descubriendo.
La duración del ritual podemos establecerla nosotros siempre
que nos tomemos el tiempo necesario y no vayamos con prisas. Las prisas es el
enemigo número uno de los rituales. Cuando hemos terminado el periodo de
concentración volvemos tranquilamente a disfrutar de esa Nochevieja
recuperándonos del esfuerzo mental que hemos realizado.
Tomamos nuestras doce uvas de la suerte y pasados diez
minutos apagamos las velas sin soplar sobre ellas. Y... ahora sí... ya podemos
desear a todos un próspero Año Nuevo porque esa frase hecha, ahora tiene un
auténtico y profundo sentido
DEL AMOR
El Ritual de Amor está formado por tres velas y un altar.
Una de las velas es roja, símbolo del amor ardiente de la pareja; las otras dos
son de los colores zodiacales de cada uno de los miembros de la pareja. Si no
conocemos nuestros colores zodiacales se pueden sustituir por dos velas blancas
que simbolizan la pureza.
El altar encierra toda la simbología del acto que vamos a
realizar. Está formado por un círculo rojo que simboliza los hechos consumados,
nuestro objetivo cumplido. Dentro del círculo se circunscribe un triángulo, la
figura perfecta, la más fuerte, la que nunca se puede volcar, siempre está en
pie. El triángulo es uno de los símbolos más importantes del mundo cuando nos
referimos a la magia y las matemáticas .
Es la visualización del número 3, y este número simboliza la
vida y el nacimiento. Por eso en este Ritual de Amor, de alguna manera, se
camina por él, nos enganchamos a cada uno de sus tres lados para conseguir
nuestros buenos propósitos. En los dos vértices inferiores del triángulo hay
dos números, el 2 y el 3, lugar donde colocaremos las velas zodiacales o las
blancas.
Del número 2 parte una flecha hacia el número 3, y
viceversa, símbolo de la atracción entre las personas que realizan el ritual.
Las flechas van al encuentro la una de la otra y arrastran con ellas el afecto,
la pasión, potenciando el acercamiento.
Dos flechas más, que parten de las posiciones 2 y 3 avanzan
por el triángulo, ambas hacia el número 1, lugar en el que por fin se unen en
el amor sensual. El color de fondo del altar es el marrón, símbolo de la
Tierra. Seis pequeños triángulos rodean a cada uno de los tres números
dibujados en el altar. Son verdes, color que aleja las malas vibraciones para
que nos podamos concentrar mejor en nuestro objetivo.
Ya tenemos todos los elementos necesarios para empezar el
ritual. Estamos plenamente convencidos de lo que vamos a hacer y, además,
queremos hacerlo. Encendemos un poco de incienso, si lo deseamos o lo tenemos a
mano, e incluso podemos poner aquella música con la cual nos conocimos o
queremos empezar nuestra relación. Colocamos el altar en un sitio seguro y
distribuimos las velas: la roja en la posición 1 y las zodiacales o blancas en
las posiciones 2 y 3.
Encendemos las velas en el sentido de las agujas del reloj,
primero la 1, luego la 3 y finalmente la 2. Y al mismo tiempo que encendemos
las velas pronunciamos por cada una de ellas la frase siguiente: "a través
de la fuerza del triángulo se cerrará el círculo que servirá para la unión de
(decir el nombre de cada uno)". Dirigimos nuestro pensamiento hacia
nuestro objetivo (el amor, la unión), visualizamos el fin realizado, nuestros
deseos cumplidos.
Y así pasamos un rato empapándonos de afecto, de
sensualidad, de pasión y comunión con el otro. Las imágenes que vienen a
nuestra mente seguramente serán placenteras, deliciosas. Saboréalas, deléitate
con ellas, créetelas, goza del momento.
Cuando hemos terminado dejamos que las velas se consuman
totalmente y guardamos los restos hasta que voluntariamente queramos que se
rompa el conjuro, para lo cual sólo tendremos que destruirlo.
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