miércoles, 7 de noviembre de 2012

RITUALES CON VELAS



DE AÑO NUEVO
Cuando está a punto de presentarse un nuevo año en nuestras vidas tenemos por costumbre realizar una serie de celebraciones tradicionales para darle la bienvenida. Cenamos con la familia o con los amigos, asistimos a fiestas, cantamos por las calles y, sobre todo, nos tomamos las doce uvas de la suerte y nos deseamos un próspero Año Nuevo.
Los deseos de prosperidad a veces resultan frases hechas que decimos por costumbre sin poner demasiado énfasis en nuestras palabras. Simplemente las decimos porque eso es lo que se dice ese día. Sin embargo hay una manera mejor y más eficaz para que esa frase alcance una auténtica dimensión y nuestros deseos, nuestros auténticos deseos, sean empujados hacia su realización. Es el Ritual del Año Nuevo.
Ya nuestros antepasados utilizaban el fuego en casi todas sus celebraciones y sus rituales en el momento de realizar una petición o como ayuda para conseguir que sus deseos fuesen satisfechos y sus objetivos cumplidos. Hacían magia. Dirigían su fuerza interior con el fin de influir en los seres y en las cosas. Y se ayudaban del fuego. Exactamente lo mismo que podemos hacer nosotros. .
Si nos decidimos a realizar este ritual para conseguir nuestros fines y que se cumplan nuestros buenos anhelos para el Año Nuevo tenemos que tener en cuenta algo que es muy importante: el proceso de concentración. Es la mejor manera de dirigir nuestro pensamiento hacia el fin que se quiere conseguir. Para ello debemos poner todo nuestro esfuerzo, pensar en un objetivo claro y dar por hecho que el resultado va a ser el que deseamos. .
El objetivo principal en el Ritual de Año Nuevo es que el año entrante sea mejor que el saliente. Es por tanto un ritual propiciatorio, de afirmación, con el que queremos potenciar y avanzar hacia algo mejor en todos los sentidos. Para conseguirlo utilizamos una serie de elementos que en este caso van a ser cuatro velas de unas determinadas formas y colores y el altar (soporte donde vamos a colocarlas).
Este ritual de Año Nuevo se puede realizar también el día de Navidad con la condición de que tengamos las velas encendidas durante siete horas como mínimo. Pero el momento más indicado es llevarlo a cabo aproximadamente dos horas antes de que se acabe el año (encendido de las velas) y terminarlo diez minutos después de traspasar la barrera del año nuevo (momento en el que se apagan las velas).
Esa noche, nuestra noche mágica, colocaremos el altar en un lugar adecuado y firme. Lentamente, sin prisas, vamos distribuyendo cada vela en su lugar correcto. La vela blanca exagonal en el centro de la parte superior del altar, la vela plateada en el lado izquierdo, la vela dorada a la derecha y la roja en la parte de abajo.
Nos reunimos alrededor del altar con nuestra familia o con nuestros amigos, si es nuestro deseo, o permanecemos en soledad si no nos apetece compañía o no la tenemos. Procedemos al encendido de las velas en el sentido de las agujas del reloj, primero la plateada, luego la exagonal, en tercer lugar la dorada y por último la roja (siempre se procede de esta manera en los rituales de afirmación).
Ahora es el momento para la concentración. Dirige tu pensamiento hacia el objetivo que quieres conseguir procurando no distraerte en otras reflexiones, expresa verbalmente tus aspiraciones para el año nuevo o pronuncia un texto que tú mismo has podido escribir para esta ocasión y en donde expresas lo que quieres que ocurra (también puede ser un texto elegido de algún libro con el cual te identifiques completamente y sirva a tus propósitos.
Luego imagínate que ya lo has conseguido, que ya es una realidad, visualiza sin temor que tus deseos se han cumplido. Se respira una atmósfera de paz. Algo mágico está ocurriendo, tu fuerza mental, ayudada por el fuego, camina hacia un desenlace favorable, lo estás viendo, lo estás sintiendo, lo estás descubriendo.
La duración del ritual podemos establecerla nosotros siempre que nos tomemos el tiempo necesario y no vayamos con prisas. Las prisas es el enemigo número uno de los rituales. Cuando hemos terminado el periodo de concentración volvemos tranquilamente a disfrutar de esa Nochevieja recuperándonos del esfuerzo mental que hemos realizado.
Tomamos nuestras doce uvas de la suerte y pasados diez minutos apagamos las velas sin soplar sobre ellas. Y... ahora sí... ya podemos desear a todos un próspero Año Nuevo porque esa frase hecha, ahora tiene un auténtico y profundo sentido
DEL AMOR
El Ritual de Amor está formado por tres velas y un altar. Una de las velas es roja, símbolo del amor ardiente de la pareja; las otras dos son de los colores zodiacales de cada uno de los miembros de la pareja. Si no conocemos nuestros colores zodiacales se pueden sustituir por dos velas blancas que simbolizan la pureza.
El altar encierra toda la simbología del acto que vamos a realizar. Está formado por un círculo rojo que simboliza los hechos consumados, nuestro objetivo cumplido. Dentro del círculo se circunscribe un triángulo, la figura perfecta, la más fuerte, la que nunca se puede volcar, siempre está en pie. El triángulo es uno de los símbolos más importantes del mundo cuando nos referimos a la magia y las matemáticas .

Es la visualización del número 3, y este número simboliza la vida y el nacimiento. Por eso en este Ritual de Amor, de alguna manera, se camina por él, nos enganchamos a cada uno de sus tres lados para conseguir nuestros buenos propósitos. En los dos vértices inferiores del triángulo hay dos números, el 2 y el 3, lugar donde colocaremos las velas zodiacales o las blancas.
Del número 2 parte una flecha hacia el número 3, y viceversa, símbolo de la atracción entre las personas que realizan el ritual. Las flechas van al encuentro la una de la otra y arrastran con ellas el afecto, la pasión, potenciando el acercamiento.
Dos flechas más, que parten de las posiciones 2 y 3 avanzan por el triángulo, ambas hacia el número 1, lugar en el que por fin se unen en el amor sensual. El color de fondo del altar es el marrón, símbolo de la Tierra. Seis pequeños triángulos rodean a cada uno de los tres números dibujados en el altar. Son verdes, color que aleja las malas vibraciones para que nos podamos concentrar mejor en nuestro objetivo.
Ya tenemos todos los elementos necesarios para empezar el ritual. Estamos plenamente convencidos de lo que vamos a hacer y, además, queremos hacerlo. Encendemos un poco de incienso, si lo deseamos o lo tenemos a mano, e incluso podemos poner aquella música con la cual nos conocimos o queremos empezar nuestra relación. Colocamos el altar en un sitio seguro y distribuimos las velas: la roja en la posición 1 y las zodiacales o blancas en las posiciones 2 y 3.
Encendemos las velas en el sentido de las agujas del reloj, primero la 1, luego la 3 y finalmente la 2. Y al mismo tiempo que encendemos las velas pronunciamos por cada una de ellas la frase siguiente: "a través de la fuerza del triángulo se cerrará el círculo que servirá para la unión de (decir el nombre de cada uno)". Dirigimos nuestro pensamiento hacia nuestro objetivo (el amor, la unión), visualizamos el fin realizado, nuestros deseos cumplidos.
Y así pasamos un rato empapándonos de afecto, de sensualidad, de pasión y comunión con el otro. Las imágenes que vienen a nuestra mente seguramente serán placenteras, deliciosas. Saboréalas, deléitate con ellas, créetelas, goza del momento.
Cuando hemos terminado dejamos que las velas se consuman totalmente y guardamos los restos hasta que voluntariamente queramos que se rompa el conjuro, para lo cual sólo tendremos que destruirlo.

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